martes, 13 de marzo de 2018

CAMINOS



Caminos


De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sobrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.

Tienen los vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.

Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
 
El viento ha sacudido 
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo 
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos  
se cruzan y se alejan, 
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos... 
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!
                                       
                                                Antonio Machado 

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