En el 1950, en Nueva York, un forajido apareció vestido con un sombrero de cuero y un traje completamente negro. Con la mirada de un asesino y al mismo tiempo de una persona normal.
Él entró a la ciudad y lo primero que hizo fue meterse en una cafetería. La primera impresión que le dio la cafetería es que la gente no dejaba de decir: -¡Qué bueno!
Pero él no venía a tomarse un café ni unos pasteles. El venía a negociar con un vendedor de armas. El vendedor saludó a Richard y Richard hizo lo mismo. Los dos se sentaron y empezaron a negociar sobre un cuchillo. Al final no salió el precio que quería Richard. Entonces miró al cielo. Estaba tronando, relampagueando y lloviendo. Richard cogió el paraguas que tenía al lado y se fue, indignado por no conseguir el cuchillo. Cogió a una mujer, le tapó la boca y la llevó a un callejón. Ella sería su víctima. La mujer le pegó un puñetazo. Después le preguntó: -¿Qué quieres?
Richard no contestó, la cogió otra vez y le dio con la tapadera del contenedor en la cabeza, dejándola inconsciente. Richard se fue pensando que la había matado.
Al final pillaron a Richard por el crimen que había cometido. En el juzgado le condenaron a 15 años.
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