Una tarde, llegó un nuevo marinero a un pueblo costero. Nada más llegar, fue al puerto a preparar su pequeña barca y allí se encontró con otro pescador.
-Esta temporada nos esperan duras faenas de trabajo -dijo el nuevo marinero.
-Con tu barca, no te queda más remedio. Pero con mi gran barco pesquero puedo capturar gran cantidad de pescado sin mucho esfuerzo- le contestó el otro pescador con cierto sarcasmo.
Cada día, el primer pescador se levantaba temprano para salir a la mar, echaba sus redes y regresaba de nuevo al puerto para vender lo que había pescado en la lonja. En poco tiempo, fue muy conocido por el puerto; su pescado nunca faltaba.
Algunos días, al regresar al puerto, el nuevo marinero se cruzaba con el inmenso barco pesquero de su compañero, que salía en ese momento a faenar. Solía regresar pronto; le bastaba con lo que pudiera pescar en un rato. Los días de tormenta , se volvía sin apenas haberse adentrado en la mar y llegaba a la lonja sin pescado que vender.
Al cabo de un tiempo, casi nadie contaba ya con comprar pescado al dueño del gran barco. Todos se sentían más seguros con la mercancía que traía a diario el nuevo marinero.
llegó el comienzo de una nueva temporada y los dos pescadores se encontraron de nuevo.
- Creo que esta temporada nos esperan dura faenas de trabajo - dijo el pescador subido en su gran barco pesquero-. Este es un gran barco, pero eso no es suficiente.
-¡ Una estupenda decisión ! - sonrió el marinero.
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